Pensamientos semanales: la pornografía de indignación
Porqué la derecha es adicta a la pornografía y cómo remediarlo
Ya lo habrán visto: un agente del enriquecimiento cultural forzado™ intentó secuestrar a una niña en Bordeaux, Francia. Obligado por factores puramente socioeconómicos, este ministro de la diversidad entró por la fuerza a una casa, golpeó a una abuela e intentó llevarse a una niñita de 7 años. Todo el acontecimiento quedó grabado en video. (Sólo pongo una foto aquí. Pueden encontrar el video en internet fácilmente).
Además de la naturaleza absolutamente aberrante del hecho (y de las causas que llevaron a que sucediera), el video se ha esparcido tan rápido por un motivo que quizás no sospechan, queridos lectores. Y es que una gran parte de la “derecha” (hoy por hoy, cualquier persona normal) es irremediablemente adicta a la pornografía.
Tengo pruebas irrefutables.
No me gusta el fuego entre amigos, pero me veo obligado a advertirles que hay muchos personajillos e intelectualoides de la derecha que son particularmente adeptos a la pornografía—desde la política hasta la intelligentsia, pasando por todos los espectros de twitter y las viejas que comparten videos por feisbuk.
Tranquilos: la pornografía a la que me refiero no es la que están pensando. Hoy les quiero hablar de lo que algún periodista yanki llamó outrage porn, esto es, porno de indignación, porno de escándalo. A mi me gusta llamarlo porno de desmoralización. Me refiero al tipo de contenido que vemos a diario en las redes y en la televisión, cuya característica más saliente es la de generar enojo, indignación, deseos de justicia, de castigo, incluso de venganza. Etc.
No nos leamos la suerte entre gitanos… Ustedes también han disfrutado de estos videillos: el video del conferencista relatando cómo la izquierda ha destruido el mundo y nos ha robado todo… el video de la turba de diversos™ golpeando la niña indefensa… el artículo que cuenta cómo los inspectores de la diversidad™ le robaron al niño que vende limonadas… La lista es infinita. Incluso este mismo blog, y quien escribe sus líneas, ha sido víctima de estas cochinadas irascibles.
Entiendo que este contenido tenga una utilidad política y cultural, no crean que no. Hoy en día es necesario hacerse un lugar en las redes; es necesario atraer gente a la verdad, hacia la facción de la verdad®. Y qué mejor manera de hacerlo que con este tipo de videos—un contenido audivisual que despierta sentimientos imposibles de ignorar, puesto que actúa directamente sobre el componente más ciego y más fuerte de nuestro ser: el apetito irascible.
Creo, también, que puede llegar a ser útil utilizar, de manera muy cuidadosa, esta pornografía de indignación para sacudir a la gente (léase, búmers) de su comodidad y hacerles entrar en razón de que las cosas no marchan precisamente bien.
Sin embargo, las limitaciones y contrapartidas son mucho más grandes y más peligrosas.
Antropología de la pornografía
Creo que es importante entender que, desde un punto de vista antropológico, ambos tipos de pornografía son muy parecidas—Tienen maneras de actuar muy similares y efectos tristemente idénticos. Ambas clases de videos actúan sobre lo que los antiguos hubieran llamado "apetitos", esto es, sobre las pasiones, sobre los impulsos irracionales e instintivos que nos llevan a buscar placeres sensibles o bienes de fácil consecución (apetito concupiscible) o a conseguir bienes difíciles y a evitar males (apetito irascible).
Mientras que la pornografía 'regular' nos despierta desmesuradamente el apetito concupiscible, la pornografía de indignación, por medio de la impotencia y de las imágenes de injusticia que transmite, fogonea e hipertrofia el apetito irascible.

Lo grave de todo esto nos lo explican, como siempre, el viejo Platón y su amigo Aristóteles. En su República, Platón explica que el florecimiento humano sólo se produce cuando reina una armonía estrictamente jerárquica entre sus potencias: lo inferior (en este caso, los apetitos) debe obedecer a lo superior, y lo superior (en este caso, la razón) debe guiar correctamente a lo inferior hacia su plenitud. En el caso del hombre, los apetitos sensibles deben ordenarse hacia los fines de la razón, y la razón debe usar a los apetitos sensibles para impulsarse y cumplir los fines que se proponga.
La pornografía opera una inversión y, por lo tanto, una destrucción de este esquema armónico. Sea del tipo que sea, la pornoia anula completamente la razón y le deja el mando de nuestro ser a dos impulsos tan poderosos como ciegos. El poder y la ceguera se ven agravados, además, por el carácter ilimitado de todo apetito sensible, tal como demuestra Aristóteles: los apetitos no sólo están ciegos sin la ayuda de la razón, sino que—cual yankee come-waffles promedio—no tienen límite en su búsqueda de placer. Siempre querrán más y más. Quizás la primera vez un poco baste... la segunda, un poco más... la tercera, mucho más, y así sucesivamente hasta las peores atrocidades.
La catástrofe no termina aquí. Estos videos de pornografía indignatoria no sólo toman posesión de nuestro juicio y nos vuelven seres estúpidos, sino que lo hacen con un objeto completamente virtual, imaginario. El video del subsahariano intentando secuestrar una niña nos llena de ira y deseos de justicia, pero lo hace sin el peligro, sin el miedo y, fundamentalmente, sin la necesidad de actuar que despertaría una situación real.
Podemos enojarnos, ofendernos, patalear de rabia todo el día… pero siempre al calor de nuestras sillas y bajo el abrigo de nuestras pantallitas. La pornografía de indignación no nos indigna... nos transforma en indignaditos. No nos enoja... nos pone enojaditos. Una furia moderadita.
Pornografía vs. Política
Todo esto a nivel antropológico. Personal, podríamos decir. Pero a nivel político o cultural las consecuencias son igualmente nefastas.
En primer lugar, como decía hace un momento, el efecto de este tipo de videos es generalmente el opuesto del que se supone que debería causar. El bombardeo de videos de inmigrantes golpeando gente no producirá (o no ha producido hasta ahora) un ejército de militantes comprometidos que guarde la seguridad en las calles, ni nada por el estilo. Más bien todo lo contrario: produce una inmovilidad total. El espíritu adicto a la pornografía de indignación no quiere moverse, no quiere pelear, no quiere cambiar las cosas. Sólo quiere seguir indignándose. Sólo quiere ver más videos.
La inmovilidad y la estupidez que generan esta clase de contenido evita, por otro lado, que se haga un diagnóstico serio de la situación. La polaridad que genera la pornografía es tan fuerte, tan instintiva y ciega, que impide la reflexión pausada y profunda de cuáles son las causas de la situación en la que estamos, cuáles son las consecuencias reales y, sobre todo, cuáles son las soluciones posibles.
Por último, quisiera proponer una alternativa. Un filósofo africano del siglo IV (San Agustín) explicaba en sus obras que la voluntad sólo se mueve hacia el bien—sea este real o aparente. Ya conocen el clásico ejemplo: incluso quien asesina por puro placer está movido por un cierto bien: el placer.
Algo similar sucede con la pornografía de indignación y la "batalla cultural". Estos videillos ofendiditos nos propocionan un cierto bien, es cierto. Mas, es un biencito... un bien pequeñito: la novedad que calma el aburrimiento, el sentimiento de adrenalina, el deseo de justicia, la autocomplacencia en no ser ninguna de las partes implicadas en el video, etc. Sin embargo, el ejercicio de nuestra voluntad y de nuestra inteligencia ante estos pequeños placeres sensibles solo puede ser pequeña. Pequeños actitos, como cliquear nuevamente el video. Pequeños razonamientos, cómo ver de dónde era el inmigrande… Pura mezquindad. Nadie va a arriesgar la vida por un video.
Me gustaría, pues, hacer un humilde llamamiento. La única manera de motivar un cambio es presentado una visión inspiradora hacia la cual orientar nuestras vidas. Mostrar una Gran Tarea, una Gran Misión por cumplir. Y esta Gran Tarea sólo puede estar asentada en y hacia algo grandioso, hacia algo absoluto.
Cualquier cambio vendrá dado por ideas inspiradoras, ideas bellas, ideas resplandecientemente verdaderas.
Presentar, representar y sobrepresentar una Europa infestada de criminales no va a motivar a nadie a hacer nada. Sólo producirá más indignación, más frustración, más desmoralización. En cambio, presentar una visión gloriosa de Europa como el reino elegido por Dios y por la historia para ser el centro y la gloria del universo, puede mover incluso a las voluntades más renegadas.
La única via es inspirar metas por las que valga la pena darlo todo. Buscar la Gran Verdad, la Gran Belleza. He aquí una tarea.
Just incredible